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El filtro antipartículas (abreviado FAP) es un filtro integrado en el convertidor catalítico que atrapa las partículas de carbono generadas en la combustión cuando pasa el gas de escape a partir de una determinada temperatura. El FAP suprime así las emisiones de partículas y de humos protegiendo el medio ambiente. Este componente lo suelen montar los motores diésel para cumplir con la normativa de consumos y emisiones, a partir de la norma Euro 5.[1]
Con el filtro antipartículas se consigue capturar cerca del 99% de las partículas contaminantes en un filtro, y este, mediante calor (a altas revoluciones) y el agregado de un aditivo (dependiendo del fabricante) o de una post-inyección, tanto en la cámara como en la entrada del '''FAP''', se regenera destruyendo las partículas.
Un vehículo propulsado por diésel, con un filtro instalado y operativo, no emitirá humo visible de su tubo de escape.
Según la utilización del vehículo, este filtro tiende a obstruirse por no realizar las regeneraciones correctamente. Una conducción eficaz evitará el tener que cambiar el filtro antipartículas.